martes, 14 de octubre de 2008

Eugenio Francisco Teodoro I

La niña del plato azul. Copia de E. Francisco Teodoro por Gregorio Valle.

Diríase que se nos fue hace siglos ese que se nos murió ayer, no más, y aquel que se nos murió hace siglos se nos fue no más ayer. Con esta cita de Unamuno comienza un libro, del que es autor Juan de la Encina, titulado "Van Gogh, historia de un alma en pena"
Me viene a la memoria la figura de mi tío E. Francisco Teodoro de... que murió en el año 1963, no más ayer. Tenía yo entonces 14 años y parece que fue ayer, no más. Ahora tengo 59 y recuerdo que el verano de 1962, el último de su vida entre nosotros, pintaba F. Teodoro el cuadro "Muchacha con rama de encina", cuadro catalogado como último salido de sus pinceles.
Hoy, superviviente de sí mismo, el pintor de "La niña del plato azul", en su plenitud y muy lejos de la muerte, aparece en mi vida. Estamos en el Estudio y llama la atención a la modelo que se distrae fácilmente, cambiando de postura, sin atender los requerimientos de sus ojos y manos que, ágiles y ligeras, llevan el pincel sobre la tela como un relámpago, con una pincelada que dibuja y a la vez hace resplandecer una mancha de color fresca y jugosa.
-Te contaré algo sobre mis modelos. He pintado desde las abuelas a las nietas, en esta mi prolongada vida de pintor: tres generaciones de muchachas, lo menos. Te voy a presentar a Selina y Lindaria. Pero mientras, no me distraigas, iré dando alguna que otra pincelada corta en la rama de encina, ahora que se ha ido Laureana.
-De acuerdo y, si te parece, después daremos un paseo por calles y callejas a los campos circunvecinos, subiremos la cuesta de Las Madronas y, desde tu huerta, al lado de la de Jacinto, vamos a contemplar panorámicamente el pueblo.
-Selina y Lindaria, "Pesetas" las dos. Dos Pesetas que si bien no han subido de valor, tampoco han bajado, como nuestra divisa siguen acuñadas en plata. Selina es menos risueña que su madre. Tengo la sospecha ¡ay! de que si es menos risueña, es debido a verse frente a un viejo como yo, porque una vez la oí decir con referencia a mi cuñado Valle, tu abuelo José, ¡un viejo impone mucho!. Es un extremo que yo ignoraba... pero ahora caigo en que la alegría y la risa huyen de los viejos. Lindaria no es tampoco superior a su madre. Es alta, despreciadora de femeninas delicadezas, aplástase los senos como una monja y hace temer un crecimiento que la haga más hombruna. Va mucho al campo, por lo que a veces tiene el color de dorado cobre; y aunque su padre, al que yo llamo Polifemo, es tuerto, tiene Lindaria muy bellos ojos verdes, cuyas miradas parecen tener en ocasiones un cierto matiz de malignidad.
-Como modelos, ¿tienen paciencia y aguantan, sin moverse, el tiempo necesario?. La verdad es que no es fácil posar y ser pintado, con el tiempo que exige un retrato, poco a poco, lentamente...
-A Selina dejé de pintarla por inquieta. Era un verdadero encanto, rubia como un sol naciente, alegre y vivaracha, pero inquieta en demasía. No había modo de conseguir, no ya que se estuviese quieta, mas ni que permaneciera en el mismo sitio. Corría por Estudio y para cada pincelada había que esperar a que volviese. Así y todo la pinté en tres cuadritos, en uno de ellos con su amiga Nemesia, una niña muy distinta racialmente, de tez moreno mate, con bellos y penetrantes ojos negros.
-¿Por qué tantas figuras, retratos y más retratos?, ¿No hay más motivo en la Naturaleza que la figura humana?
-En la Naturaleza está latente todo cuanto el pintor puede imaginar. Ella es la gran sugeridora. Puedo decir que yo nací pintor y, muy niño, miraba embelesado los maravillosos cielos de este pueblo mío -que siento mío más que de nadie, y yo suyo más que nadie de él-. Y captaba la luz que es un polvo dorado en suspensión que se posa con delicadeza en la rama de un árbol, en una nube o en la mejilla de una muchacha. Cómo, desde el rincón de una calleja, llena de sombra y reverberación, miraba los colores y salía al campo, donde el sol inunda las mañanas con una corriente de luz clara y tibia. Todo cuanto el pintor pueda imaginar se encuentra en la Naturaleza. Qué interesante estudiar el color y expresar el amor de dos enamorados, por la unión de los complementarios y la vibración misteriosa de los tonos aproximados, o expresar el pensamiento de una cabeza por el resplandor en la frente de un tono claro sobre un fondo oscuro, o expresar la esperanza con un punto luminoso.
Claro está que F. Teodoro pinta todo y de todo, pero entiende como lo más exquisito del arte, el retrato de la mujer y los niños. También el hombre. Y manifiesta que no solo le interesa la hermosura exterior. Necesita trascender de ella y llegar por el color mismo, tomándolo como lenguaje, a lo espiritual, a la magia de la emoción humana.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguro que Francisco Teodoro tenía cientos de historias como esta para contar, de sus modelos, sus viajes, su pueblo, sus dibujos... qué bien que tú las cuentes aquí, así podremos saber cosas sobre él que no sabemos.
Besos. Pily.
PD: precioso cuadro.

Anónimo dijo...

Qué bonito tenía que ser ver el polvo dorado en suspensión posarse en la rama de un árbol, eh! Yo a veces también lo veo cuando lo atraviesa un rayo de sol pero no me gusta porque pienso que eso es lo que respiramos y que al fin y al cabo es polvo!
Besos. Pily.

Anónimo dijo...

Hola Gregorio Valle: Con tu permiso me incorporo a tu blog, después de leer tus recuerdos soñadores en conversación con E.F.Teodoro en su estudio.
Todo ello me traslada a mis años juveniles cuando en las tardes domingueras y calurosas de aquellos veranos, le acompañaba yo a la huerta de "Las Madronas". Nos íbamos por la Fuente Miranda, parándonos junto a los hornos de ladrillos que por entonces había por aquellos lugares. Le gustaba pararse y ver cómo aquellos hombres trabajaban el barro dando forma a los ladrillos, y conversar con ellos.
Otras veces nos íbamos por el Berrocal y a través del "camino de las brujas", llegábamos a las inmediaciones de la huerta por el cerro, por un camino lindero con la huerta de Jacinto y que éste se quería comer para unirlo a su finca. (Después lo inmortalizó pintándolo comiéndose el camino junto a otros personajes devoradores).
Por cierto, que se me viene a la memoria aquella vez que, volviendo de la huerta por el "camino de las brujas", y cuando la luz del sol ya se había apagado, observamos un bulto junto a la pared -el camino era muy estrecho-, y que no podíamos apreciar de qué se trataba. Cuando por fin llegamos al lugar, comprobamos que era una pareja de jóvenes enamorados, y que debido a sus escarceos amorosos apenas habían reparado en nosotros, por lo que estaban en plena faena de amor. Nosotros, en una situación bastante incómoda, agachamos la cabeza y pasamos "volando· y alejándonos del lugar.
Bueno, enhorabuena por esta página y este blog.
Saludos de FELICIANO DE SILVA EL GRANDE. ¡ja,ja,ja!

Gregorio Valle dijo...

¡Qué alegría me da ver tu escrito, Feliciano de Silva! Además, con tus vivencias con F. Teodoro podemos enriquecer el blog. Estoy esperando un ordenador portátil, por eso no había escrito últimamente. Además me estoy cambiando de Orange a Telefónica... Bueno, lo dicho que me alegro mucho y además el seudónimo es superway del paraway. Hasta luego, Feliciano de Silva, ¡qué grande eres! Un abrazo de Gregorio Valle.-